jueves, 23 de diciembre de 2010

Navidad

En navidad siempre me acuerdo de una anécdota de consulta. Disimularé los personajes y los objetos pero la esencia de la historia es la misma. Andaba yo peleando con dos hermanos politoxicómanos y tras meses de dimes y diretes, subidas y bajadas, consumos y abstinencias, por fin ambos parecían acariciar una especie de estabilidad sintomática. Pongamos que en navidad, en las fiestas del consumo, ellos optaron por abdicar levemente de sus otros consumos. Hasta el punto que llevaban tres meses sin tomar alcohol, circunstancia que  en los últimos años, había sido el gran caballo de batalla. La madre, madre de politoxicomano, desesperada e hiperexpresiva en sus dichos y actos, vivió como un gran alivio este pequeño descanso en su habitual montaña rusa emocional. Tanto que se plantó en la consulta con una  botella de Cognac mal envuelta y con un montón de besos y abrazos.  El que suscribe intentó rechazar el regalo, poco convencido como estaba del porvenir salutífero de la familia. Pero  a veces las madres de los toxicómanos representan fielmente  algo de lo incoercible de sus hijos. Así que finalmente lo acepté y me fuí a mi casa con una mezcla de sentimentos. Como un compost de pesadumbre e infatuación (en estos tiempos no se regala tan a menudo a los médicos y menos a los psiquiatras). Di cuenta de mi proeza ante mis allegados y abrí la botella que curiosamente estaba por la mitad. Evidentemente nunca dije nada. Los pacientes siguieron "bien" durante bastante tiempo. Uno de ellos sigue bien a día de hoy. Pero siempre me pareció un mensaje muy clarito por su parte y un detalle a tener en cuenta a la hora de creerse que "tu has sido él que".

lunes, 20 de diciembre de 2010

Citas 10

La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
Heinrich Heine (1797-1856) Poeta alemán.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Limpiando lo siniestro

Lo siniestro es un artículo mítico de Freud donde habla de esos mínimos encuentros con lo real de la vida cotidiana. Como lo familiar puede tornarse extraño y como una palabra de repente puede desfallecer. Freud rescata que la palabra unheimlich (lo siniestro) puede tener significados opuestos según el contexto.

Pues bien, paseaba esta mañana después de luchar con la urbe a la búsqueda de un informático que se meta con problemas eléctricos (maldita hiperespecialización) cuando, cerca de mi casa, en las inmediaciones del mercado del Progreso (a nivel frutal últimamente en franco Retroceso),  me he topado con un grupo de adolescentes y una maraña de jubilados. A falta de botellón y obras, en el interior de la cápsula social que delimitaban, cimbreaba un cordón policial. Tras el cordón varios agentes de la nacional y una ambulancia. Y en el centro de estos, el epicentro de lo siniestro: un cuerpo muerto. El rumor decía tres cosas: "La han tirado", "se ha tirado", "se ha caido". (Convengamos que no suele haber más opciones salvo intervención extraterrestre con viajes en el tiempo incluídos).

M eabro paso entre risas nerviosas y sutilezas del análisis de los púberes: "Hostia que fuerte", "joder la sangre", "hay que llamar a los del CSI". Eso si: una nota dominante. La risa. La satisfacción de haber esquivado  lo real, lo insoportable. Este placer de que la vida les pasa a los otros. Más alejados, los jubilados entonaban un cántico más triste y piadoso sazonado con críticas al devenir del mundo, la modernidad y Zapatero. No faltaba alguno que sospechaba que los controladores aéreos tenían algo que ver en esto.

Yo paseé mi "sustito" (ya tengo varios muertos en la agenda visual) entre el jolgorio no sin antes percatarme de que lo primero tras la ambulancia y el furgón policial era el servicio de limpieza.

martes, 14 de diciembre de 2010

Lacanianos 2

  

      Acuciado por los brillantes blogueros que circundan esta red psi me encuentro en la obligación de volver a hablar del psicoanálisis esta vez con el entusiasmo de haber creado cierto debate.

      No voy a redundar en las cuestiones sobre la cientificidad que han quedado ya bien claras gracias a los amigos de Postpsiquiatría. Añadir, si cabe, que  creo que la psiquiatría en si no es un buen referente a la hora de  hablar de una metodología experimental infalible como ya comenté en otras ocasiones.

       Tampoco vamos a hablar de la cosa esta de la religión de los lacanianos y de que si los lacanianos hablan en un código encriptado que repiten como mantras. No quiero abundar en esto, más que nada, porque es obvio que eso a veces pasa y que de gilipollas esta el mundo lleno (da igual la bandera que sigan).

        La cuestión es que el psicoanálisis lacaniano es una lógica que supone volver al primer Freud, al de las representaciones, el de los lapsus, el chiste, los sueños etc con el punto de vista girado hacia el estructuralismo y hacia la dialéctica de Hegel. Esto evidentemente es más largo y complejo y se trata de una teoría sobre el ser con múltples aplicaciones en filosofía, literatura o antroplogía.



      Bien. Pero aquí el psicoanálisis este puesto en cuestión como terapeútica. Porque como discurso no funciona. Forma parte ya de la cultura pero las instituciones y los aparatos del discurso del amo no se rigen por la lógica psicoanálitica. Funciona si cabe como terapeútica, y es ahí donde tiene que demostrar el valor de sus postulados.

      A este nivel voy a intentar dar una serie de claves técnicas de como hace el  psicoanálisis en la consulta. Seguro que muchos de los lectores notarán de repente que ellos estaban haciendo psicoanálsis o algo parecido:

         1. La única verdad es que todo es mentira. Las palabras nunca significan lo mismo para nadie. El sentido es algo que consensuamos continuamente con las gafas de nuestro fantasma personal.

         2. Cada sujeto es único en su forma de estar en la vida y de gozar de ella. Nuestro trabajo es devolverle ese estatuto de unicidad y reinstaurar el valor de su deseo.

         3. Hay que saber  de que sufre el sujeto y en que parte eso tiene que ver con él. Ahí entra en juego lo inconsciente. De como algo doloroso se repite  por el goce que aporta. Este concepto de goce, es heredero de la pulsión de muerte y tiene que ver con la fijación en torno a lo traumático. Lo traumático, lo real, es eso imposible de atar con el lenguaje. Oseasé la sexualidad, la identidad, la lengua,  la muerte etc.

         4. La unica dirección en la cura es la que el deseo del sujeto sugiere. Siempre hay algo que se quiere y que se asume como imposible o que de alguna manera se elude.

         5. La técnica es que la persona hable libremente (que es imposible) y se cuestione. Nada más. El silencio del analista es para que no se convierta en  un diálogo ni en un blablablba.

         6. No hay simetría. Nunca hay simetría como no hay relación sexual. Esto quiere decir que no hay una forma establecida y razonada de como son las relaciones. No hay un programa biológico ni un rito organizado para todos igual a la hora de las relaciones.  Eso quiere decir que cuando alguien viene a consulta esta en posición de no saber algo de él. El analista asume el rol del que sabe. Eso sí, exclusivamente al nivel que el paciente tolera (esto es importante hacerlo con mimo). Es inevitable. Pretender una consulta de igual a igual es borrar la diferencia que existe entre las palabras.

         Convengamos en este punto traer  a Haley. (Nota: el análisis de Haley lo realiza Lacan del propio psicoanálisis desde Hegel en el seminario 17).  Haley pone en duda el valor de este dispositivo irónicamente al establecer  esta disimetría. Quizás no lo pone en duda, simplemente lo llama juego. Lo cual no está mal. Hay algo de la pantomima en el dispositivo. Es verdad. Como decía Lacan es una paranoia dirigida. Quitando el matiz de que hay gente suicida y gente muy grave que va al psicoanalista (como van a otros terapeutas, of course).  En ese punto lo del juego, y la cosa de las  las jugadas en el análisis de Haley resulta un poco frívolo.

          Respecto al final de análisis, acierta Haley con la cuestión de la asunción del síntoma, en este "al final me da igual". Si bien habría que ahondar un poco en eso. Una persona acude con síntomas del orden: "me angustio en el trabajo", "tengo fobia a la gente"o " la vida es una  mierda". Eso poco a poco se va trasmutando en: "mi jefe me pone en un lugar que no se que hacer", "no es la gente soy yo que tengo que hablar lo que me da miedo" o " mi vida es una mierda y eso en gran medida es por mis decisiones (no la vida)" y con los años eso cristaliza en formulaciones mucho más depuradas del orden "yo soy eso", "de lo que gozo en la vida es de esto". El inmedible ahorro de angustia y sufrimiento se hace patente y si no la gente no iría al psicoanálisis. Así de claro. En este mundo la gente consume de todo. Pero el psicoanálisis es un consumo  un poco contracorriente porque no haces más que perder dinero sin saber muy bien hacia donde. Nunca tienes el objeto. No te dan al final un Ipod, o una PSP. Por lo tanto algo de otro orden sucede  ahí. De todas formas como decía Freud, un análisis se acaba cuando el paciente se va. Estas últimas depuraciones del síntoma, estos estadios finales del análisis habitualmente son sólo para freaks como los psicoanalistas que al fin y al cabo no somos sino los más enfermos de todos y no quedamos contentos hasta que exprimimos todas las posibilidades del síntoma. De hecho a veces ni siquiera nos quedamos a gusto del todo y por eso montamos escuelas y otros delirios para discutir entre nosotros hasta el infinito.

           En fin. Espero que resulte útil este escrito y que suscite más debates y disquisiciones varias.

martes, 7 de diciembre de 2010

Internamientos

Lautaro nos envia esta nueva ley.

Hay perlas como estas.

En su artículo 27, establece: "Queda prohibida por la presente ley la creación de nuevos manicomios, neuropsiquiátricos o instituciones de internación monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya existentes, se deben adaptar a los objetivos y principios expuestos, hasta sus sustitución definitiva por los dispositivos alternativos".

Estamos ante un cambio de paradigma que deja de entender a las personas con discapacidad mental como objeto de asistencia para considerarlas sujetos de derecho"

Leer aqui 

Gracias Lautaro,

jueves, 2 de diciembre de 2010

De temores y fracasos

Hace años leí en no se cual revista psicoanalsita algo así que decía como "todos recordamos las tumbas de nuestro diván". No era un comentario sobre los suicidios sino más bien sobre los pacientes en los que el psicoanálisis fracasa. Más bien en los que el clínico sabe que ha fracasado en la dirección de la cura. Y es que estas cosas van pesando y a veces está bien cuestionarse algunas cosas. En psicoanálisis se practica mucho la supervisión de casos. Estas no sólo se realizan con tu analista, en el caso de que sigas viéndote con él, si no tambien con otros analistas que por lo que sea tienes alguna transferencia o hablando más llanamente buen rollo, amistad o que es colega de tu mujer o un amigo.

Durante la residencia en psiquiatría recuerdo también haber consultado casos con mis maestros y haber asistido a consultas con ellos. En algunas ocasiones estos momentos los recuerdo como algo realmente formador y vivificante.

El caso es que en salud mental, salvo con los residentes, esta figura ha desaparecido. A veces hay grupos de estudio o reuniones de grupo asistencial pero, insitiendo con algo recientemente expuesto, hay una lejanía, cada vez más palmaria entre la clínica diaria y ciertos cuestionamientos. Vayamos por partes. Por un lado están los que de entrada no creen en ninguna referencia a la impericia del clínico. Todo se trata en este caso de diagnosis de problemas bioquímicos. Bueno no sólo. Estos discuten entre ellos y se vilipendian  porque el pobre el fulanito no supo distinguir entre un bipolar tipo mixto 2 con patatas  y un esquizoafectivo de libro (concepto por cierto de los 90....ya me contarás de que libro). Por otro lado hay un montón de clínicos que cabalgan entre diferentes lecturas y formaciones y que conservan cierta inquietud por el saber, pero que, entre acertadas críticas y vehementes razonamientos, a la hora de los cuestionamientos (me incluyo el primero y a los lacanianos de sombrero) no somos capaces de pedir ayuda, de parar o de interrogarnos sobre que es lo que no funciona. A modo de viñeta, en nuestras profesión, el día a día esta plagado de: "este es imposible", "este es un hijoputa", "es un carencial", "con esa familia no haya nada que hacer" y no se trata de negar que hay situaciones que son del orden del imposible sino de ver en que parte nuestra visión está tapando el ángulo. Es algo que los lacanianos llaman el no-todo pero que mi abuela explica muy bien, diciendo "es que no se puede saber todo" o "dime de que presumes y te diré de que careces".

En fin creo, quizás ingenuamente, que la única forma de aprender esta imposible misión que nos hemos encomendado neuróticamente es escucharnos. No delante del espejo sino delante del  otro, y por supuesto, escuchar los dilemas de los otros porque muchas veces si que sabemos más de lo que  creemos.

PD Como dice Jesus la escritura nos cura pero no estaría de más hacer algo que nos moje.